jueves, 14 de agosto de 2014

Capítulo 21: Carnivore animal

¡Hola, tributos! Sí, antes de que me lo preguntéis, esta vez tengo una excusa DE VERDAD: he estado tres semanas sin antivirus, y como mi ordenador es más frágil que una copa de champán, no me he podido conectar a internet prácticamente, no digamos ya publicar entradas, desde entonces.
¡PERO AQUÍ ESTOY OTRA VEZ! Y vengo con un capitulito nuevo y radiante y, lo que es más importante, una súper noticia:


¡Observad, queridos, observad! Eso que veis en rojo a la izquierda es un precioso numerito que indica el número de palabras escritas: ¡50.408! Y eso es de antes del capítulo 24 que, hasta la fecha, es el más largo que he escrito por notoria diferencia (ya veréis, ya veréis ^^).
En fin, pero no adelantemos acontecimientos: ahora vamos por el 21 y a eso vamos a dedicarnos. Con todos ustedes.... ¡TACHÁÁÁÁN!
PD: Este capítulo contiene ese tipo de escenas que, en los fanfics que escriben/se copian unas a otras las chiquillas de Wattpad sobre One Direction siempre se anuncian como "SUPERHOT"; bueno, vale, no, a superhot no llega, pero sí están un pelín subiditas de tono y por encima de los típicos besos, así que si hay alguien especialmente sensible a estas cosas en el público del blog (supongo que no, porque a la hora de describir violencia tampoco me corto un pelo), que quede avisado :).


I have a heart, I swear I do
But just not, baby, when it comes to you
I get so hungry when you say you love me
Hush if you know what's good for you
                                           Cannibal, Ke$ha

CLOVE
Decir que podía desviarme un poco para ir a casa de mi hermana de camino al Centro de Entrenamiento, es un completo eufemismo. De hecho, Bethany vive más allá de la Plaza, varias calles tras el Edificio de Justicia, en una zona residencial de pequeñas casitas apiñadas donde se encuentran todos aquellos que cuentan con un negocio en el núcleo del Distrito. Cargo con el rollo de tela hasta allí, caminando con el paso más ligero que puedo para no llegar tarde; en todo el proceso, el sol ya se ha encargado de secarme el pelo húmedo, así que hago un intento de peinarlo con los dedos, esperando que Beth me pueda prestar un cepillo antes de encaminarme al punto donde he quedado con los demás.
Llamo a la puerta de madera con dos golpes firmes, dejando reposar el cilindro azul a mis pies. Oigo una voz desde dentro de la casa pidiendo que espere un segundo y, al minuto, mi sonriente hermana abre, fundiéndose en una abrazo conmigo nada más verme.
-¡Clove! ¿Qué tal, qué haces aquí? ¿Quieres pasar? Nunnie ha estado aquí hace un segundo y ha traído pastas, si quieres una… - hace ademán de invitarme a entrar con la mano, pero yo lo niego con un gesto.
-No, no, gracias. Sólo… Venía a traerte esto. – cojo la tela y la pongo entre sus brazos – Se han debido de equivocar otra vez y nos la han dejado a nosotros, pero supongo que en realidad era para ti…
Bethany observa el rollo con expresión extrañada.
-Qué raro; yo no…. – entonces levanta la mirada con una ceja arqueada y su tono se vuelve repentinamente serio – Ha sido mamá, ¿verdad?
Yo intento aguantársela pero, finalmente, me encojo de hombros.
-Seguramente; la verdad es que me ha mandado ella a dártela.
La anterior sonrisa de pura felicidad ha ido cambiando poco a poco hasta haberse transformado ahora en una mueca amarga.
-Esa casa no está haciendo más que acabar con ella – susurra – La entiendo, sé que ya es muy tarde para cambiar de vida pero… - suspira - ¿Está muy mal? Clove, en serio, tienes que cuidar de ella; no creo que pueda aguantar sola…
-Eh, eh, para el carro  - le interrumpo entre incrédula y enfadada. 
¿En serio? 
– No tienes ningún derecho a decirme eso, ¿vale? No tienes ningún derecho a echarme la culpa, ni a cargar en mí toda la responsabilidad.
-Clove, yo no he dicho eso…
-No Beth, sí que los has dicho – me cruzo de brazos con el ceño fruncido – La que se fue de casa fuiste tú, ¿estamos? Y me parece genial que tu vida sea de cuento, y que tengas un trabajo que te guste, que estés muy feliz viviendo con Thorne y que te largaras, porque yo habría hecho lo mismo y todos lo sabemos, ¿vale? Pero lo que no puedes es abandonarme y dejarme sola con ellos, y ahora además encargarme que los cuide porque simplemente, no es justo. ¡No es justo!
-Clove…
-Mira, ¿sabes qué? Que te quiero Beth, y creo que también quiero un poco a Patricia…
-Mamá.
-E incluso a Raw – continúo aun así, enfurecida porque me interrumpa – Pero estoy harta de ejercer de paloma mensajera y de que todo el mundo me llene de mierda por todas partes, estoy harta de tener que venir aquí a escondidas de él para que no se enfade con ninguna porque la mitad de las veces, ¡yo ni siquiera quiero! Así que solucionad vuestros problemas de una maldita vez y dejadme tranquila, porque yo ya tengo suficiente con los míos. ¡Voy a presentarme voluntaria este año, ¿es que nadie se acuerda de eso?! Necesito entrenar.
-Clove… - repite por tercera vez, con el temblor de su voz advirtiendo de las inminentes lágrimas.
Tanto llanto va a acabar por ponerme enferma.
-Necesito entrenar – repito – Saluda a Thorne de mi parte y felicítale.
La duda pasa por su rostro un segundo.
-¿Por qué? – pregunta
-Oh vamos, Beth, ¿te crees que soy tonta? Es la segunda vez que veo ese anillo esta semana, y la primera que te veo a ti; suma dos y dos.
Doy la vuelta y comienzo a andar en dirección a la Plaza.
-Espero que puedas ser tú misma la que mande a casa la invitación a la boda – añado, antes de acelerar y perderme entre las callejuelas del barrio. A cada paso, levanto una pequeña nube de polvo, irritante para los ojos y común cuando llevamos ya más de dos semanas sin ver una gota de agua. 
Intento fijar la mirada en los zapatos negros, evadirme; sin embargo, los remordimientos tras la discusión tardan poco en llegar. Sí, últimamente salto a la mínima de cambio. Sí, la situación entre Beth y nuestros padres ya es suficientemente complicada como para encima pelearnos entre nosotras. Y sí, probablemente ha sido bastante egoísta por mi parte echárselo todo en cara ahora, pero llevo demasiado tiempo callándome por el bien de todos; ¿acaso no recuerda nadie que por naturaleza yo no soy una persona agradable?
-¡Arg! – mascullo a la par que, frustrada, le pego una patada a una piedra por el camino; encima se me ha olvidado pedir el cepillo y ahora llevo el pelo hecho un auténtico  asco (que no es que me preocupe demasiado, pero cuando quedo con Cato prefiero no dar la imagen de gato zaparrastroso).
-¿Qué, Knivey, mala tarde? – me grita alguien a la espalda y, cuando me quiero dar cuenta, tengo a Coy encima revolviéndome la ya de por sí obra de arte que llevo en la cabeza. Le doy un pequeño empujón para echarle atrás y él se ríe.
-No ha sido muy buena, no – gruño,  lo que le hace sonreír de nuevo. ¿Qué desayuna este chico para estar siempre así de alegre?
-Bueno, por suerte ahora podrás disfrutar del placer de mi compañía durante dos fantásticas horas – me guiña el ojo y yo no puedo evitar alzar la vista al cielo, divertida. Entonces, para mi sorpresa se lanza al suelo hincando una rodilla.
-¿Qué se supone que haces, Coy?
Él ignora mi pregunta y, como si todavía estuviéramos saliendo, me coge una mano, galán y romántico.
-Clover Ringer… ¿Quieres ser mi princesa?
-¿Qué?
Y sin darme tiempo a reaccionar, me coge al más puro estilo nupcial, y sale corriendo hacia donde hemos quedado con el resto.
-¡Coy! – chillo, intentando que me suelte inútilmente; otra de las múltiples desventajas de ser tan pequeña.
A pesar de mis continuos golpes y patadas, mi compañero se las apaña para no dejarme tocar el suelo en los diez minutos a pie que nos quedaban para alcanzar el punto de encuentro. Con la ropa arrugada, marcas de arañazos en los brazos, e hipando de la risa, nos separamos frente a unos amigos que nos miran como si no nos conocieran.
En cuanto la tierra y mis pies vuelven a unirse, me separo de Coy y corro a darle un beso cariñoso a Cato.
-Oh, venga, sólo era una broma – le susurro al ver su expresión gruñona y enfadada – Hace un minuto yo estaba exactamente igual que tú; dale las gracias por sacarme una sonrisa de una vez.
Con el ceño aún fruncido, mi novio me pasa un brazo por la cintura y me devuelve el beso a regañadientes. Arqueo una ceja y, sólo entonces, él relaja el gesto. Ambos sabemos perfectamente que lo que suceda con otras personas no tiene más descripción que la de tontería; llevamos tres años y medio peleando por llegar a la frágil estabilidad de nuestra relación, y ninguno de los dos va a acabar con ella por una estupidez que no tenga nada que ver. Sé que Cato es celoso, posesivo, y que tiene un punto de locura que le cuesta controlar en según qué situaciones, como un si fuera un niño de dos metros; pero así mismo, también sé que no va a dudar de lo que yo haga, porque en el fondo, ambos somos iguales.
Dedicamos el tiempo libre en el que hemos quedado para, básicamente, pasear a voz en grito por entre los diferentes comercios del Dos, y ponernos al día de todo aquello que involucra, o no, el entrenamiento profesional. Marietta está saliendo con el hijo del dueño de la botica; Theseus y Amity piensan por igual coger la optativa de Agentes de la Paz, en vez de Canteras, cuando les toque elegir especialización en el colegio; lo último que se sabe de John y Edward es que puede que vuelvan a visitar el Distrito en primavera; la vieja loca que va por la calle prediciendo el tiempo dice que la semana que viene empezará a hacer menos calor…
Como una hora después, Cato me coge de la mano y se excusa de todos, diciendo que nos tenemos que ir. Yo le miro interrogante, preguntándome qué es lo que trama, y él simplemente me responde con un “Ahora lo verás” grabado en sus ojos. Así pues, yo también digo adiós, y ambos nos alejamos.
Nada más llegar al camino, me coge de la cintura y se inclina sobre mí para besarme con la fuerza propia de sus cerca de noventa kilos de músculo. En lo que tardo en recuperar el equilibrio tras el tambaleo, cojo aire y rodeo su cuello con los brazos para llegar mejor a su boca, donde, pasada la sorpresa inicial, impongo mis propias normas y le obligo a adaptarse a mí, hasta que ambos encontramos los huecos en el cuerpo del otro que nos permiten encajar como dos piezas de puzle.
Podría decir que se trata de un momento mágico, en el que amor que los dos amantes nos profesamos se palpa en cada partícula del ambiente, cubriéndonos el halo de un hechizo irrompible contra cualquier fuerza; sin embargo, mentiría. A pesar de lo mucho que lo disfruto, este momento puramente físico, y nada espiritual (¿acaso nosotros contamos con un espíritu?) se mezcla con la pasión casi animal que nos regalamos. Al fin y al cabo, Cato y yo somos depredadores, que saciamos nuestra ávida sed del otro de la misma manera en que comemos y dormimos: por puro instinto.
Mi espalda pega un golpe que nos hace retumbar contra el tronco del árbol que hay frente al Centro de Entrenamiento, momento que él aprovecha para izarme (sin tener la más mínima delicadeza y con toda la mano en el culo, he de decir), y subirme a horcajadas, desde donde me puede manejar mejor, con las piernas rodeando su cadera. Él me recorre, de abajo a arriba, todo el tronco con ambas manos, mientras que yo meto las mías por su dentro de su camiseta y acaricio cada uno de los marcados músculos de su espalda. Dios, me encanta tocarle. Con las hormonas bullendo dentro de mí, aumento la intensidad del beso y cuelo la lengua en su boca hasta que encuentro la suya propia, jugando con ella mientras cada poro de mi piel se vuelve cien veces más receptivo con sólo pensar en la calidez de sus labios. Hace tres años de la primera vez que ambos nos unimos de esta manera, tan parecida y diferente a la vez: entonces, aquello era poco más que un juego, donde un niño tres veces más grande que una niña, rozó la boquita de esta tan sólo un instante, sin señal de la pasión, el deseo y el ímpetu desenfrenado que mostraba ahora, sólo una pizca de dulzura que ya es imposible encontrar en mi mundo; y sin embargo, por alguna extraña razón, a mí los dos me resultan igual de intensos y emocionantes.
Aparto los recuerdos del pasado, y me centro al notar el sabor metálico de la sangre que sale de mi labio, mordido con demasiada fuerza. En cuanto se da cuenta, Cato me deja en el suelo y me mira con una pizca de vergüenza, nublada por el frenesí del momento. Me paso un dedo pálido por la herida, y recojo la gota espesa que, como una lágrima roja, está a punto de caer por mi barbilla. Paso nuevamente la lengua y, con el desafío grabado en el gesto, me acerco muy lentamente a Cato.
-¿En serio te crees que a una profesional le iba a asustar un poquito de sangre? – y dicho esto, me lanzo sobre él haciéndole perder pie y llevándonos por tanto al suelo. Con el inicio de un nuevo beso, nos revolcamos por la tierra de una manera que, aunque vista desde fuera nos debe hacer parecer estúpidos, a mí no me puede resultar más sexy.
Encima de él, aprovecho para morderle suavemente yo también, y pasar las manos por el cortísimo cabello rubio, jugando con él entre los dedos.
-Ahora controlo yo – le susurro. Y no hay nada que enfade más a Cato que perder.
En menos de un segundo, hemos intercambiado posiciones, y él apoya gran parte de su peso sobre mí, impidiéndome realizar cualquier tipo de movimiento. Enrolla un largo mechón de pelo negro en un dedo y veo nuevamente el instinto animal tomar dominio de su ser. Pasa la mano que le queda libre desde el hueco en la base de mi garganta en recorrido recto hasta la cadera, antes de acercar amenazadoramente su cara a la mía.
-Pero mira que eres pequeña, Knivey.
Y entonces el ritual comienza nuevamente y un beso pasa a ser interrumpido únicamente por el siguiente hasta que, agotados, ambos nos levantamos y nos sacudimos la tierra, con la campana que indica el toque de queda repicando a nuestra espalda.
-Si mi hermana ve cómo he dejado el vestido… - comento, intentando alisar la falda de algodón.
-Pues ya sabes – responde Cato guiñándome un ojo – la próxima vez sin él.
Contesto con un fino dedo corazón mientras una sonrisa no puede evitar levantarme las comisuras de los labios imaginándolo; por supuesto, en mi ensoñación Cato tampoco lleva mucha más ropa encima.
Nos despedimos con un abrazo antes de separarnos, cada uno caminando hacia su respectiva casa, que no hogar; en la vida de ninguno de los dos existe esa palabra desde hace un tiempo. Sin embargo, a los pocos pasos yo no puedo evitar girarme.
-¡Cato! – grito para que me oiga. Unos segundos después, él también me mira.
-¿Qué?
Cojo aire para hablar, e incluso acierto a abrir la boca un instante antes de que las palabras se me  queden atragantadas en la garganta. Esbozo una sonrisa de deje triste y vuelvo a caminar.
-Nada.
FIN DEL CAPÍTULO 21

8 comentarios:

  1. Diossss. Me encanta. Estoy deseando leer mas capitulos tuyos. Que por cierto, ya veo que tienes escritos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias! Sí, la verdad es que me gusta llevar preparados más capítulos de los publicados en vez de, nada más escrito, subirlo, porque así tengo tiempo para analizarlos en frío y, en el caso demasiado recurrente de que esté un mes entero sin escribir, poder subir por lo menos UNA entrada :)
      ¡Un beso!

      Eliminar
  2. Perfecto capítulo!!! Cato y Clove son perfectos. Muchos besos, tengo ganas de que sigas. Pásate por mi blog http://1juegosdelhambre.blogspot.com.es/?m=1
    Muchas gracias!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias! El siguiente va a estar publicado en nada y menos :D
      ¡Un beso!

      Eliminar
  3. Me encantaaa y ahora que sabemos que tienes más capitulos escritos Acer si subes el proximo prontoooo que lo dejas tan interesante pero por favor te lo pidoo Haz final alternativooooo se que dijistes que querías ser fiel a lo que escribio Collins pero por favor consideralooo en cualquier caso me encantara sigue asii
    ¡¡un besooo!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias malenitaaa! Jo, tus comentarios me hacen muchísima ilusión siempre, porque han pasado dos años y aquí sigues :D.
      A ver, yo ya tengo planteado (y escrito en gran parte, aunque pendiente de corregir) el final de la historia tal y como Collins lo dejó; sin embargo, dependiendo de cómo lo vea cuando se me plantee el momento (que al ritmo que voy, puede ser dentro de diez años jajaja), a lo mejor publico también una versión alternativa. El único problema que veo es que me apetece cerrar este capítulo de mi vida y poder dedicarme a algo que sea mío completamente, no basado en trabajos ajenos... Pero bueno, seguramente escriba aunque sea un poquillo de algo diferente (a ver qué tal jaja9
      ¡Un beso!

      Eliminar
    2. Aiiiins que rabia que en la foto hayas puesto e o fin del capítulo 23 pero no lo hayas subidoooo mala.
      No jaja era broma me encanta como escribes besos

      Eliminar
    3. Jajaja, la verdad es que intento ir siempre con un par de capítulos de adelanto para tener tiempo de repasarlos :).
      ¡Un beso!

      Eliminar